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La nueva Ley de Medios a las puertas del Bicentenario

viernes, 11 de septiembre de 2009

Advertidos o no, estamos en la senda del Bicentenario, un momento que, pretendemos, sea fundacional; cimiento y continuidad de una Argentina remozada, atenta a la honda voz de la tierra encarnada en su gente. El Bicentenario es símbolo, estimulo, esperanza, pelea para que se reúnan al fin las fuerzas ancestrales y cósmicas que sintetizan la noción de Patria, instante en el que empieza a hacerse carne un anhelo de siempre: la justicia. El nacimiento de un nuevo humanismo criollo, que nos consagre mejores personas, mejores ciudadanos, solidarios y atentos al bien común, debe llevar como emblema ese ideal de justicia, imprescindible para entrar con pie firme a los doscientos años como Nación que alguna vez se proclamó libre. La justicia: algo así como el pedestal del amor como afirmó Evita Perón. Amor, que solo es posible experimentar en la igualdad. Pero para que eso ocurra, el plural que somos los argentinos debe recuperar la voz y la posibilidad de ser escuchado, algo imposible hoy si consideramos que al presente, sólo cuatro grupos vinculados al negocio de las comunicaciones deciden sobre la producción y distribución del 83% de los mensajes que circulan por el territorio nacional. Los días del Bicentenario nos deben encontrar gozando de la más absoluta libertad, en la plenitud de nuestras posibilidades expresivas, para lo cual es indispensable una ley de radiodifusión originada en la democracia. Esa es la manera única y definitiva de terminar con el silencio impuesto por la dictadura y sus continuadores ideológicos. El silencio es el peor de los males para una sociedad que pretenda ser dueña de su destino. Si la diputada Giúdici lo dice... “Los servicios de radiodifusión constituyen una de las garantías que tienen las comunidades para acceder a la información y en general a la educación de una manera directa y gratuita. La alternativa que exista la mayor cantidad de medios, además de contribuir al pluralismo de ideas, configura un instrumento para desterrar la discriminación y el aislamiento… La posibilidad de una nueva ley de radiodifusión es un desafío que el Congreso de la Nación no puede ni debe postergar…” Estas palabras entrecomilladas no son mías. Las escribió la diputada por la UCR Silvana Giudici en los fundamentos de su proyecto de Ley de Radiodifusión presentado en agosto de 2006 en esta misma casa (Congreso Nacional). Yo las suscribo. Comparten el espíritu que alienta el Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual enviado al Congreso por la Presidenta el 27 de agosto pasado, cuyo tratamiento alienta buena parte de los diputados de la Nación, y que ya había sido puesto a consideración de los argentinos el 18 de marzo. Apenas después comenzaron los foros en todo el país, a los que fueron invitados todos los ciudadanos, especialmente los diputados y senadores. También están en el Congreso el proyecto del socialista Roy Cortina, recién presentado, el enviado por Vázquez de Tabernise, Sylvestre Begnis y Morgado en 2008; el del diputado Bonasso, el de Margarita Stolbizer; los he leído y todos reivindican la redistribución y democratización del espacio comunicacional, todos alientan la libertad de expresión y manifiestan la necesidad y urgencia de que la Cámara de Diputados trate la Ley sobre medios audiovisuales. Estas coincidencias, hay muchas más, debieran bastar para llevar el proyecto adelante en esta instancia. El enviado por el Poder Ejecutivo, llega con la suficiente fuerza como para que el debate trascienda los muros del Congreso Nacional y gane las calles, algo que no ocurrió en las oportunidades anteriores. Será que la sociedad ya no tolera estar regida por normas escritas en su contra. Será por eso estoy aquí, hablando. Si Frank La Rue lo dice... Ya transitamos la segunda mitad de 2009. Hace 26 años que volvió la democracia a la Argentina y todavía nos rige un instrumento que lleva las firmas de los generales Jorge Rafael Videla, y Eduardo Albano Harguindeguy y del abogado José Alfredo Martínez de Hoz, cabezas de la dictadura asesina que oscureció nuestras vidas entre 1976 y 1983. Hasta hoy pusieron motivos –aunque nadie podrá justificar jamás la tardanza- para relativizar la importancia y postergar la discusión de una ley imprescindible por una sociedad mejor. Pero ya se acabaron las excusas. La diputada Giudici y el resto de los parlamentarios debieran estar anhelantes por protagonizar un momento trascendental que hará historia: el de asumir la responsabilidad de sacarle a la sociedad argentina esta rémora, este mordaza casi fosilizada que la silencia y oprime. Nadie con buena leche querría dilatar el tratamiento de una ley cuyo objetivo inicial es suplantar a aquella que amplificó hasta la náusea la voz de los poderosos y condenó a los argentinos a ser pasivos recipientes de un mensaje unidireccional, interesado, restrictivo, adormecedor. Hoy es el momento. Es imprescindible que los señores diputados y senadores de la Nación discutan, se expidan, voten la Ley. Tienen que reparar la vergüenza de que hayamos tenido que soportar durante más de un cuarto de siglo de vida democrática la validez de una norma cuya imposición pagamos con sangre y muerte; tienen que borrar de un vez tantos años de políticas fundadas en el desprecio por los derechos ciudadanos, que crearon más postergación para los desmunidos; deben expiar la flaqueza de aquellos que no supieron frenar la primacía de los monopolios mediáticos -Clarín el principalísimo, pero no el único- y que nos dejaron sin protección ante sus manejos. De esto tienen que hacerse cargo los representantes del pueblo hoy, por aquellos que no supieron instalar el tema en 25 años; y por éstos que hoy alienten una nueva postergación del tratamiento de esta ley. La nueva legislación que propone el proyecto del Poder Ejecutivo en reemplazo del decreto-ley 22.285 de setiembre de 1980,es según mi leal saber y entender, la que mejor se ajusta a los requerimientos de una realidad como la nuestra: garantiza la inclusión de todos los sectores de la sociedad a través de un reparto equitativo del espacio radioeléctrico, el fortalecimiento de los medios públicos, el combate a los monopolios, la multiplicidad de voces, el aprovechamiento de la digitalización de los medios electrónicos, la exigencia de cuotas de producción nacional, regional y americana, entre otras cuestiones. Es una buena norma, completa, ajustada a derecho, avalada internacionalmente, tanto que Frank La Rue, el Relator sobre Libertad de Expresión de las Naciones Unidas, afirmó que la "Argentina esta sentando un precedente con esta nueva ley de medios audiovisuales, que sirve de ejemplo no solo para el continente latinoamericano sino para el mundo entero", según consta en un reportaje realizado por Télam, del 15 de julio de 2009. Si Scalabrini Ortiz lo dice... El Bicentenario es una idea y a la vez una realización en marcha, algo que va siendo. Un río por donde circulan vidas e ideas de hoy y de ayer; por ese río fluyen la propia existencia entremezclada con las experiencias de nuestros antepasados, en rauda corriente hacia ese puerto luminoso pero todavía informe, proclamado pero aun misterioso donde nos encontraremos los argentinos a 200 años de haber nacido. Por eso es un momento inmejorable para esculcarnos, para indagarnos, para entender la diversidad, la suma y síntesis de identidades que somos y que ya son parte de ese mañana mejor que soñamos. Es hora de mirarnos dentro, de espantar sombras, de superar antiguas y retrogradas enseñanzas afirmadas en el egoísmo, el afán de lucro, el utilitarismo, la ganancia como único fin; ideas que aún tienen prensa indiscriminada y declamadores oficiales. Por eso hay que abrir el espacio a esas voces hoy inaudibles, en las que resuenan con fuerza palabras como justicia, dignidad, solidaridad. De su incorporación al lenguaje depende el destino nacional . Y eso tampoco puede esperar. Soy de los que creen que el silenciamiento intencionado de las mayorías ha servido para imponer los discursos que legitiman la desigualdad. También creo que nadie puede realizarse completamente en una sociedad que no se realiza. La nueva Ley, al considerar a la comunicación audiovisual como una herramienta esencial para el desarrollo social y cultural de la población -y también como un derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir ideas y opiniones- promueve la libertad y la realización de los ciudadanos, al integrarnos en un circuito de relaciones igualitarias, al plantarnos frente a nuestra propia responsabilidad; al liberarnos de ambigüedades y exigirnos definiciones éticas claras. La nueva Ley: mujeres y hombres mejores para forjar una sociedad mejor. El maestro Raúl Scalabrini Ortiz, investigador, periodista, hombre del pensamiento nacional, pero fundamentalmente un devoto argentino, quien como tantos otros luchadores sociales sufrió la censura y el ninguneo de los poderosos medios gráficos de la Argentina durante las décadas de 1930, 1940 y también después, nos deja esta reflexión: “El silencio es un arma tan eficaz como la ley, cuando se maneja con habilidad. El silencio es mortífero para las ideas. El silencio abate toda pretensión de autonomía, coarta la inventiva, impide el análisis, sofoca la crítica, detiene el mutuo intercambio de pensamientos, en que un pensamiento colectivo puede llegar a concretarse”. Hoy, ese silencio de años, que quisieron hacernos creer era la normalidad, está tocando a su fin. Los que llaman mordaza a esta ley tienen miedo a la libertad y sus consecuencias; los fabricantes de mentiras y realidades paralelas confrontarán su discurso con otros, que contarán su propia versión de la vida; los que entienden la comunicación sólo como un medio para modelar consumidores a la medida de sus productos, ya no tendrán clientes cautivos y deberán aprender a competir. Gracias a este proyecto y a la tarea que harán en el recinto los parlamentarios entrarán en caja. No los derrotaremos definitivamente, pero atenuarán sus privilegios. Magnetto, la Noble, Aranda, Huergo, y la cáfila de cagatintas, matones y alcagüetes que los secundan, después de tanta crispasión y tanto ahora dicen, bajarán el copete... Sembrar utopías es ir creando nuevas realidades, parece. A favor de una nueva Ley de Medios, el Bicentenario de la Patria con la vigencia nos encontrará aprendiendo a hablar por nosotros mismos, reinventando los lenguajes que nos atraviesan e identifican, construyendo nuestro propio relato. Será la celebración de la palabra genuina, recuperada, redistribuida, ahora definitivamente en boca del pueblo.

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