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CAMBIO NAZI POR GORILA...

domingo, 9 de mayo de 2010

La noticia es casi de orden administrativo: desde la dirección de la Biblioteca Nacional se tomó la decisión de sustituir el nombre de la Hemeroteca, Gustavo Martínez Suviría, por el de Ezequiel Martínez Estrada.
Cambio nazi por gorila.
Martínez Suviría fue nazi por antisemita. Los ultra derechistas argentinos de las décadas del 20, 30 y 40, tenían más vínculos sanguíneos con el fascismo italiano o el falangismo de Primo de Rivera en España. Estos vínculos obedecían al común cordón umbilical del catolicismo como doctrina e ideología. Mussolini había celebrado un concordato con el Vaticano, formando una alianza indestructible entre las clases propietarias, la corporación eclesial y el partido fascista. Sobre esa alianza se afianzaba la figura títere del Rey-Emperador Vittorio Emmanuele, aunque el verdadero poder de la Repúbblica Sociale Italiana residiera en el Supremo Concejo Fascista y, en última instancia, en el Duce Benito Mussolini.
En el caso de España, el régimen falangista de José Antonio Primo de Rivera había recreado el ambiente agobiante de la España negra de Felipe Segundo y Tomás de Torquemada: un país aislado, intolerante y sumido en la oscuridad más absoluta del arbitrio sacerdotal, todo infectado de un ultraderechismo jerárquico, violento y rígido que olía a naftalina y al polvo muerto de las viejas glorias del Imperio.
Estos eran los regímenes que obnubilaban a los nacionalistas oligárquicos nacionales. Incluso, afinando el lápiz, desconfiaban de la prédica populista de Mussolini y estaban mucho más cerca del ajado oscurantismo hispánico, en nombre de una confusa heráldica originada en la Conquista, adorando un pasado blasonado y noble que jamás existió.
En este cuadro, la llegada al poder de Adolf Hitler y el partido nacionalsocialista en Alemania en 1933, significó poca cosa entre la intelligentzia derechista argentina. Con el nazismo no había vínculos culturales y el abierto neo paganismo del Estado alemán provocaba rechazo entre los chupacirios argentinos. El único punto de contacto con el Nuevo Orden alemán, fue el antisemitismo.
La derecha argentina fue antisemita por origen: las primitivas "ligas patrióticas", que eran cuerpos francos de parapoliciales, formados por jóvenes de las clases altas, junto a algunos elementos policiales y militares, participaban en ataques a los incipientes gremialistas anarquistas. La identificación del "ruso" con el judío, tuvo su origen en el elemento indeseable percibido como un agente extranjero que atentaba contra la "paz social" del orden oligárquico de la Argentina de la Generación del 80 y su herencia. Insisto, si bien algunos personajes encumbrados fueron abiertos admiradores del Tercer Reich, como Matías Sánchez Sorondo, Ministro del Interior de la dictadura de Uriburu o  Enrique Ruiz Guiñazú, padre de la periodista Margdalena y canciller de Ramón Castillo, 
Dejando de lado las manifestaciones más burdas del antisemitismo local, que llegarían al paroxismo en los primeros años de la década del 40, cuando la embajada alemana empezó a financiar diarios y líbelos antisemitas de toda clase (como Clarinada o El Pampero), el mejor ejemplo del antijudaísmo intelectual, serio y peligroso fueron las novelas de Hugo Wast, seudónimo de Martínez Suviría. Acaso sea El Kahal su obra más cargada de este odio racial. 
Ezequiel Martínez Estrada, escritor de mucha mayor valía que Wast, fue uno de esos curiosos próceres literarios que crea el medio intelectual argentino. Diera la impresión de que un escritor no puede ser, tan sólo eso: un buen escritor. No, debe ser otra cosa. Así, Borges era un sabio iniciado en los secretos de la Kabbalah y Ernesto Sábato fue el referí de la moral pública. 
Pues bien, en este panteón, en esta curia, se halla Martínez Estrada. Como los nombrados, fue un gorila frenético. A diferencia de Borges o Sábato, fue un gorila brillante, militante, salvaje. Vomitó en su prosa hábil todo el odio de clase hacia el peronismo y después, en una parábola que también recorrió Julio Cortázar,, en su caso con Nicaragua, terminó adorando a Fidel Castro y a la Revolución Cubana, acaso por las mismas razones que lo llevaron a odiar a la revolución peronista en su propio país.
En su trabajo "Peronismo, filosofía política de una obstinación argentina", José Pablo Feinman aborda el gorilismo de Martínez Estrada en el capítulo 23, rescatando algunos de sus escritos sobre el peronismo:

“En la figura de Perón y en lo que él
representó y sigue representando, he creído ver
personalizados, si no todos, la mayoría de los
males difusos y proteicos que aquejan a mi
país antes de su nacimiento. Como los ácidos
que se usan en fotografía, reveló y fijó muchos
de esos males que sería injusto atribuirle, pero
que ciertamente magnificó y sublimó, hasta
llegar a convertirlos en bienes para el juicio de
muchos incautos”

“un sector
numeroso del pueblo, el de los resentidos, el
de los irrespetuosos (...) Sector de individuos sin
nobleza, con una opinión peyorativa de los
grandes hombres y de los sectores intelectuales
en general y en bloque”
“A este populacho
(...) se dirigió Perón. Se ofreció en mangas
de camisa a que lo manosearan; y al noli me tangere
opuso el ‘mano a mano’ de los villanos”

“El 17 de octubre Perón
volcó en las calles céntricas de Buenos Aires un
sedimento social que nadie había reconocido”“Parecía una invasión
de gentes de otro país, hablando otro idioma,
vistiendo trajes exóticos”
“Era asimismo la Mazorca,
pues salió de los frigoríficos como la otra salió
de los saladeros. Eran las misma huestes de
Rosas, ahora enroladas en la bandera de Perón,
que a su vez era el sucesor de aquel tirano”

Cambio nazi por gorila. Pobre pueblo argentino.


2 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Ay mamá...
de Guatemala en Guatepeor.
Che, si le hacemos un listadito de unos cuantos hombres y mujeres de la cultura nacional y popular al cro HG?

abrazos

Linearoja (sin loguearme).

\P/

Roberto Macart dijo...

No todo es lo mismo, no podemos comparar los serios estudios de antropoariosofia lemuriana del Dr Suviría con un tilingo gorila como Martinez de Estrada.
¡Viva Perón, carajo!